lunes, 16 de mayo de 2011

Semana 11: Resistencias de la industria cultural tradicional a los cambios


Algunas de las causas de la resistencia de una parte importante de la industria cultural actual a buscar formas de adaptación al nuevo esquema habría que buscarlas en emociones humanas como el miedo o la incertidumbre. Sobre ambas se asientan dos posturas: la pasividad y la reacción agresiva. La certeza nos hace la vida más fácil, más sencilla, y esa certeza que la industria tenía antaño en muchos aspectos ya no existe. A tenor del caso práctico de la semana anterior comentábamos en las conclusiones ciertas cuestiones al respecto.

Sobre todo, es el aspecto económico el que seguramente debe tener más preocupada a  la industria, porque adaptarse a un nuevo modelo implica perder el control de los tiempos con los que manejaban el mercado y probablemente haría imposible el mantenimiento de los actuales márgenes de beneficios, exageradamente amplios en muchos casos. Tradicionalmente, la industria sabía dónde adquirir sus espacios publicitarios y en qué medios para conseguir unos objetivos concretos y cuantificables. Es decir, trabajaban en un marco totalmente controlado en el que era relativamente fácil conseguir cada vez mayores beneficios. La situación actual es radicalmente diferente porque, aunque el sistema y las estructuras económicas siguen siendo fundamente las mismas, ahora sabemos con total seguridad que no funcionan y hay muchas cabezas pensando en las posibles alternativas.

Por otra parte, la comodidad que da un sistema establecido, en el que la industria conoce a la perfección su funcionamiento hace aún más difícil que exista un interés real y efectivo por una reconversión que, con certeza, nadie sabe si va a funcionar. El modelo tradicional se conoce perfectamente, así como sus defectos que han quedado sobradamente de manifiesto durante los últimos cuatro años, pero el nuevo -o los nuevos- modelo aún parece estar en una fase demasiado prematura. La cuestión fundamental aquí es que no se puede retroceder y los cambios ya han comenzado, por lo que sería imposible volver a la situación de hace veinte años. 

Mientras tanto, la obra artística ya no necesita el apoyo de la industria para su materialización en un soporte susceptible de ser distribuido y comercializado para su consumo, lo que ha hecho emerger una alternativa basada en unos principios más éticos y justos. Y la batalla de los principios ya está perdida para la industria cultural tradicional.

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